El otoño en Aragón
Solemos hablar en otoño de bosques. Será porque en Aragón tenemos algunos de los más hermosos de todo el país. También es habitual sacar a colación la micología, esa exquisita afición que va en busca y captura de las mejores setas y hongos.
Hasta que llegue el invierno y la nieve comience a “chelar” las cotas medias convirtiéndolas en montones blancos hay que aprovechar Aragón. Es una época del año perfecta para vivir y sentir la naturaleza y aquí os damos unas cuantas razones para hacerlo. Ya estáis saliendo de casa…
Colores como nunca
La vida vuelve en otoño. Es la primavera del invierno que alguien dijo en una ocasión. Y los paisajes crecen exponencialmente por color y tonalidad. No es necesario buscarlo porque esta estación lo muestra en cualquier rincón; da igual que sea Pirineo, que la ribera de cualquier río o un parque urbano. Fijaos en cada detalle y veréis cómo el año cromático estalla temporalmente en otoño.
Ni frío, ni calor
Seguimos teniendo temperaturas suaves, esas que nos recuerdan que las mangas de camisa ya no tienen razón de ser, como tampoco la tienen las prendas de abrigo. El ser humano funciona mejor en su zona de confort. Y el otoño es ideal en lo que a grados se refiere. La susceptibilidad a las altas o a las bajas temperaturas se disipa. Y, además, el sol radia optimismo permanentemente. Será cuestión de sacarle provecho…
Saborear el otoño
La despensa otoñal es, simplemente, grandiosa. Y muy abundante. Porque hablamos de frutas –mandarinas, aguacates, membrillos, manzanas, granadas, uvas, castañas…-, verduras –calabazas, puerros, lombardas, berenjenas, pimientos, espinacas-, carne –sobre todo caza menor y mayor- y, cómo no, setas, muchas setas. Apetecen los platos calentitos y la cuchara regresa a la primera posición de la cubertería. El otoño es exquisito, sin más.
Cinco lugares de ensueño
Los bosques de Gamueta (Ansó), La Pardina del Señor (Fanlo), Moncayo (Vera de Moncayo), Peiró (Arguis) y Oza (Siresa) son algunos de esos rincones que confirman los puntos anteriores. Caminad sin prisa, buscad los contrastes que perfilan los paisajes, estirad las jornadas hasta que el sol os lo permita, regocijaos con los pantone de la naturaleza y aprovechad el efímero otoño antes de que se apague su luz.