Una charla con Eduardo Lolumo, nuestro querido hombre del tiempo en Aragón TV

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Leímos una vez una entrevista en la que decías “gano dinero para gastármelo viajando”. ¿Cuántos de esos viajes han transcurrido por nuestra comunidad?.

Por Aragón muchísimos, sin duda. Los del verano, con más tiempo, eran los elegidos para conocer países lejanos (China, India, USA, Costa Rica, Méjico, Tanzania…), pero tanto las salidas de fin de semana como las de Semana Santa, o algún otro puente, eran las fechas ideales por darse una vuelta por nuestra comunidad. Incluso viajes de un solo día. Muchas jornadas dominicales eran las ideales para elegir un pueblo, llevarse un bocadillo, fuera invierno o verano, y comerlo en la plaza de la iglesia, o junto al río, según la época…, luego el café lo tomábamos en el bar.

¿Cómo eliges todos esos destinos aragoneses?

El criterio de elección del pueblo o de la zona, hombre, pues a ser posible algo relacionado con el tiempo o la actividad agrícola del momento: una buena nevada, buscar el sol tras días de niebla zaragozana, disfrutar del verdor efímero del cereal en abril por la Hoya de Huesca, el otoño en el Sobrarbe, o simplemente lo atrayente de un nombre como Almonacid de la Cuba, o Tierga, Pallaruelo de Monegros, eran excusas suficientes para visitar la zona. La Semana Santa daba para más, y decidimos durante años recorrer en esas fechas una comarca aragonesa, y todas las elegidas eran en la provincia de Teruel, la absoluta desconocida de todo Aragón al menos hasta hace unos años. Desde el Maestrazgo, a las Cuencas Mineras pasando por el Matarraña o Gúdar-Javalambre,… todavía estoy con la boca abierta de los pueblos, de sus emplazamientos casi imposibles, las sierras, las penillanuras, los bosques…, la gente.

Una charla con Eduardo Lolumo 2

Aragón tiene un clima original. ¿También esa originalidad se encuentra en sus paisajes?

Sin duda alguna, precisamente en mis charlas que suelo dar por los pueblos de Aragón donde me reclaman, esa es la conclusión y el título de la misma: la originalidad del clima de Aragón que se se palpa en una diversidad paisajística como pocos sitios.  Al no haber estado nunca muy poblada nuestra comunidad ofrece numerosos ejemplos de paisajes en relación directa al clima, incluso cuando la actividad humana ha puesto su impronta, lo ha hecho, entre otras razones, en función del clima: ¿dónde podemos encontrar a pocos kilómetros de distancia (no más de 100 km) paisajes eurosiberianos con bosques de hayas, con paisajes esteparios en piel de pantera repletos de tomillo y romero, habiendo dejado atrás ibones y paisajes de alta montaña, que rivalizan en belleza con la campiña cerealista que en primavera dibuja un paisaje en los somontanos que recuerda a la Provenza o a la Toscana. Todo viene dado por unos climas absolutamente distintos directamente relacionados con la situación latitudinal de la Península Ibérica, de frontera entre dos mundos, bien cerquita de los desiertos y cerca de la Europa verde, y que diversifica el complicado y singular entramado que proporciona nuestro contrastado relieve.  Y todo esto hablando de clima, pero si hablamos del tiempo, no podemos olvidar que somos una comunidad que convive con la fuerza del cierzo, el romanticismo de la niebla y la cencellada, la nieve, las nubes de tormenta…, es lo más!!!

Un lugar que te sobrecoja:

Pues mira, todos los paisajes descarnados que la erosión ha dejado al descubierto, y a la vez ha cincelado, que van desde el Parque Geológico de Aliaga y zonas próximas a las arcillas del Jiloca, o la Rambla de Barrachina cerquita de Teruel capital, pasando por los yesos descarnados del Campo de Zaragoza y llegando a todos los cañones que los ríos generan en el Prepirineo oscense con pozas idílicas.  Aunque lo que más me llama la atención por su singularidad son esos espacios casi lunares como son las saladas, todas, las de Mediana, las de Alcañiz, las de Bujaraloz,  no puedo dejarme ni una, me parecen unos enclaves únicos en Europa que hablan muy bien de cómo es nuestra tierra.

Una charla con Eduardo Lolumo 3

Háblanos de tu maleta. ¿Qué es lo que suele llevar Eduardo Lolumo en ella?

Me llevo de todo, intento que no me falte de nada, vamos como a cualquiera, pero en mi caso, si quieres, como singularidad, nunca faltará un reloj que me marque la altitud, la temperatura, la presión… tampoco faltan unos prismáticos, aunque muchas veces se me olvidan… ¡Ah! Y cualquier instrumento que haga fotos, miles de fotos.

Si tuvieses que ejercer de anfitrión con alguien que nunca ha estado en esta tierra, ¿cuáles serían tus propuestas para enamorarle?

Le diría que por cuatro perras y con pocos días va a disfrutar de ambientes muy distintos que le llevarán del pantalón corto al anorak más potente, del verdor alpino a la desnudez blanca salina, y lo dicho en hora y pico de viaje.

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Háblanos de tu viaje perfecto. ¿Qué no debe faltar?

Pues ante todo buena compañía, no me gusta viajar solo. Necesito compartir todo lo que veo, comentarlo, a veces hasta la extenuación.  Dicen que llego a entusiasmar con todo lo que digo que veo -quizás sean sólo cumplidos- y también necesito recordarlo con esas personas, y por supuesto, con fotos.  La cámara de fotos imprescindible, aunque ahora el móvil…

¿Cuál es el principal punto fuerte del turismo en Aragón?

Pues como os comento, la variedad de los paisajes naturales y la posibilidad de encontrarte acompañado de la naturaleza en estado bruto. Pero también añadiría su arquitectura de torres; Aragón es tierra de torres. Cualquier pueblo por modesto que sea tiene su iglesia y muchos de ellos con torres impresionantes que se ven desde muy lejos, ya sean barrocas, mudéjares… torres airosas en cualquier caso. Echo de menos, eso sí, una más cuidada gastronomía basada en nuestros platos tradicionales. A veces no sé qué recomendar para comer si no es el jamón, el queso, el ternasco y la borraja.  Creo que otras comunidades autónomas se lo montan mejor. En el vino parece que vamos mejorando ¡Con los vinos que tenemos!.

¿Algún rincón pendiente todavía? (en nuestra comunidad)

Sin duda alguna ir al Aneto, subir allí y ver in situ cómo nuestros glaciares van sucumbiendo ante el imparable aumento de temperaturas.

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